J.G.F. Héctor, 23 de marzo de 2020
La propagación del COVID-19 en el mundo no es meramente un “fenómeno natural”. Desde su origen, lleva la marca de la sociedad de clases en que vivimos, haciendo evidentes sus contradicciones: en ella, la acumulación de ganancias lo es todo; la existencia humana, nada. A la vez, esta crisis nos da la oportunidad de visualizar la urgencia de arrancar de raíz la sociedad actual y darle origen a una nueva. Ésta ha de tener como punto de partida necesario las acciones de los trabajadores, mujeres, estudiantes, etc. que se resisten a ser “carne de cañón” ante la amenaza de la pandemia.
La marca de nacimiento del COVID-19 es capitalista
Desde sus primeros brotes en China a finales del año pasado, la respuesta oficial ante el COVID-19 evidenció su condición de clase: “Cuando la epidemia comenzó en la ciudad de Wuhan, los funcionarios minusvaloraron su seriedad, se negaron a cancelar eventos públicos y persiguieron a los trabajadores de la salud y ciudadanos periodistas que decían la verdad[1]”.
Una vez propagado el virus, las medidas gubernamentales para intentar contenerlo volvieron a mostrar su carácter capitalista: “El caso italiano es paradigmático [… El] gobierno [decidió] cerrar las tiendas y negocios de todo el país, pero dejar abiertas las fábricas y actividades de producción […][2]”. Típico del capitalismo: puede tomar algunas medidas en el plano superficial, el del consumo, mientras que la producción debe mantenerse generándole ganancias, aun a costa de la vida de los trabajadores:
“Las fábricas chinas generan alrededor de 20% de la producción manufacturera mundial. Ya muchas industrias —desde automotrices hasta alimentarias y farmacéuticas— están comenzando a sentir los efectos de las cadenas de provisión interrumpidas. La inhumanidad de la lógica del capitalismo es obvia en la exigencia actual de que los trabajadores chinos deberían regresar a las plantas a pesar del gran riesgo de contraer el COVID-19[3]“.
A la vez, la crisis le brinda la perfecta oportunidad a los distintos gobiernos para adoptar medidas que les permitan seguir controlando la vida de la población, justo en un momento en que las protestas de mujeres y otros sectores sociales iban en ascenso; asimismo, aprovecharán la coyuntura para promover una “unidad nacional” que, valiéndose de sindicatos y otras organizaciones corporativistas, así como del desconcierto ideológico de ciertas parte de la izquierda, les ayude a desdibujar las contradicciones de clase.
El COVID-19 no originó la crisis social actual; sólo la evidencia
Pero esta vulnerabilidad de la vida humana ante la pandemia no es un efecto del COVID-19 en sí, sino de la estructura social en la que estamos insertos; el virus sólo la hace más evidente. El capitalismo es un sistema orientado hacia la acumulación de ganancias, no hacia la satisfacción de necesidades sociales. El sistema público de salud, sostenido con el salario de los trabajadores, sólo cubre los requerimientos mínimos para que éstos puedan seguir existiendo como tales, es decir, como fuerza de trabajo al servicio del capital, no como seres humanos plenos. En el capitalismo no puede ser de otra manera, ya que la reproducción de la vida está siempre subordinada a la reproducción del capital. Y esto es esencialmente igual en los así llamados países del “primer mundo”, o en los que tienen regímenes “progresistas”, si bien éstos suelen destinarle una mayor cantidad de fondos a sus sistemas de salud. De allí que, si incluso en momentos “ordinarios” los sistemas públicos de salud son insuficientes e inadecuados, en situaciones de emergencia se vuelven simplemente caóticos.
En el caso de México, por ejemplo, si uno decide acudir al sector médico privado para hacerse una prueba de detección del COVID-19, su precio estará muy por encima de lo que el salario de un trabajador promedio puede adquirir (de cuatro mil pesos en adelante). El sistema público sólo tiene recursos para comprar unas cuantas pruebas, y la obtención de un mayor número sólo podrá hacerse a costa del endeudamiento, pagado en última instancia con el trabajo de la población. Esto, sin hablar del posible tratamiento, infinitamente más costoso que la detección del virus, o de que, sospechosamente, las ganancias de los bancos, el sector médico privado y la industria farmacéutica se volverían más grandes a causa de esto.
Más aún, si bien el decreto de cuarentena adoptado hoy en México y varios otros países puede hacerse efectivo para ciertas actividades y sectores de la población, no puede de ninguna manera serlo para el cerca de 60% de trabajadores que viven de la economía informal, es decir, que carecen de todo tipo de seguridad social y que necesitan laborar día tras día para poder subsistir, y de los cuales depende en buena medida el funcionamiento de la sociedad (trabajadores de limpia pública, choferes, comerciantes, etc.) La fragilidad de este sector social se verá sin duda acentuada durante este periodo de crisis. Asimismo, las cárceles, los espacios de trabajo, la aglomeración del transporte público y los centros urbanos, todos ellos producto histórico del capitalismo, son hoy importantes focos de contagio del COVID-19. ¿Cómo sentirnos a salvo en ese contexto? En resumen, más allá de la mayor o menor eficacia de la respuesta de uno u otro gobierno ante la pandemia, es el capitalismo en su conjunto el que muestra su incapacidad para darle solución a los problemas que amenazan la vida humana.
Los trabajadores iluminan el camino a una nueva sociedad
La posibilidad de dar origen a un nuevo sistema social, en el que realmente estemos en condiciones de hacerles frente a las enfermedades y desastres naturales que ponen en peligro la existencia, está hoy en las protestas de miles de trabajadores —especialmente de China e Italia, donde los gobiernos han tomado las medidas más autoritarias y contradictorias— que se niegan a ser “carne de matadero” en pro de las ganancias del capital.
En Hong Kong, país bajo el dominio colonial de China, los trabajadores del sector salud sostuvieron un paro laboral entre el 3 y el 7 de febrero para exigir una respuesta más efectiva del gobierno ante la aparición del COVID-19. Dicha acción fue sólo el eslabón más reciente en la larga historia de insatisfacción de los trabajadores ante el deterioro progresivo de sus condiciones laborales y la insuficiencia de material médico en los hospitales. De acuerdo con el China Bulletin, esto marca “el inicio de una nueva era de activismo obrero en Hong Kong[4]”.
En diversas ciudades de Italia, los trabajadores se han ido a huelga exigiendo medidas óptimas de seguridad en sus espacios laborales, o bien la suspensión total de actividades en los rubros económicos no esenciales. Sus consignas “No somos carne de matadero” y “Nuestra salud está antes que sus beneficios” son la semilla de una visión de mundo en la que la conservación de la vida humana sea el fundamento de la sociedad, y no la acumulación del capital[5].
No obstante, si bien la demanda de medidas reales de protección para los trabajadores es una necesidad apremiante y crucial, es ilusorio dejar, en última instancia, la responsabilidad de la salud social en manos del Estado. Más allá de su incapacidad esencial en este ámbito, a la que nos hemos referido más arriba, está el hecho de que, una vez pasada la crisis, éste se despojará de toda apariencia de interés por el bienestar de la población y volverá a su función ordinaria de garante de la reproducción del capital. La construcción de una sociedad verdaderamente humana debe pasar necesariamente por la superación del Estado y el capital. Para ello, es indispensable una visión de futuro que nos sirva como guía en la consecución de dicho objetivo.
“Levantar bien alto la bandera de la lucha por la humanidad”
En un reciente comunicado, los pueblos indígenas zapatistas en resistencia anunciaron una serie de medidas que adoptarán en sus comunidades para protegerse del COVID-19; entre ellas, el cierre de sus espacios de trabajo administrativo, los caracoles. Con ello, los zapatistas nos dan una muestra de cómo un proyecto autónomo anticapitalista puede responder ante una amenaza a la vida humana, poniendo la preservación de ésta por sobre todo lo demás. Más aún, la economía zapatista, centrada en la satisfacción de las necesidades sociales y no en la acumulación del capital, está sin duda mejor preparada, no obstante sus limitaciones tecnológicas, para subsistir durante este periodo de cuarentena y emergencia mundial.
A la vez, el comunicado zapatista nos invita a “no dejar caer la lucha contra la violencia feminicida, a continuar la lucha en defensa del territorio y la madre tierra, a mantener la lucha por l@s desaparecidos, asesinad@s y encacerlad@s, y a levantar bien alto la bandera de la lucha por la humanidad[6]”.
Este llamado, vigente en todo momento y circunstancia, cobra aún mayor relevancia hoy, cuando la vida de la humanidad está en riesgo inminente y los pilares de la sociedad capitalista están siendo puestos severamente en duda. De la rebeldía de los trabajadores frente a la nula importancia que se les da a sus vidas en el capitalismo pueden brotar las semillas de una nueva sociedad, con nuevas relaciones laborales, políticas, culturales, en suma, humanas. Para ello, no son suficientes la fuerza de la acción —por muy masiva y poderosa que sea ésta— o las necesarias exigencias al Estado, sino la presencia en nuestras luchas de una visión de futuro que nos oriente en la construcción de este mundo nuevo, y no sólo en la reproducción del actual, si bien con una apariencia “mejorada”. Éste es un momento crucial. La existencia misma de la humanidad está en juego.
[1] Gerry Emmett, “COVID-19: A World Historic Treath”. News & Letters vol. 65, núm. 2, marzo-abril 2020.
[2] Josefina L. Martínez y Diego Lotito, “Pandemia de coronavirus: crisis sanitaria, ‘estado de emergencia’ y protesta obrera”. Contrapunto, 15 de marzo de 2020.
[4] “Hong Kong’s New Health Worker’s Trade Union Was a Long Time Coming”. China Bulletin, 18 de febrero de 2020.
[5] Diego Lotito, “Estallidos de rabia y huelgas espontáneas en Italia por el coronavirus”. IzquierdaDiario.es, 12 de marzo de 2020.
[6] “Por coronavirus, el EZLN cierra caracoles y llama a no abandonar las luchas actuales”. Enlace Zapatista, 16 de marzo de 2020.
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